La recepcionista, la chica que trabaja en el módulo central del gimnasio, quién recibe las identificaciones y todo eso, se llama Vanessa. Una chica bonita, pero que desde que llegué (volví luego de 6 meses) me lanzó una mirada diferente, desde el primer día.
No soy de los que se encogen de hombros o se indignan ante una mirada diferente, una mirada "mala", "fría" o "inexpresiva", porque yo también hago ese tipo de miradas. Pero toda la semana pasada, siempre que me veía, hacía la misma mirada.
Quizás es su mirada natural (yo tengo un par de amigos que siempre miran así, y no necesariamente están molestos), de esas personas que les dicen que "tiene mirada de mala" o "cara de mala", quizás es su forma de saludar o despedirse, quizás cree que yo soy muy risueño con ella (ya me lo han dicho algunas veces), quizás le caigo mal. No tengo idea.
Entonces, hoy apliqué mi solución. Una solución muy fácil. Me hizo la mirada, yo frené mi paso hacia los vestidores, giré hacia ella y le pregunté: "¿Estás molesta?". Y la respuesta más lógica brotó de inmediato.
Vanessa: ¿Yo? No, para nada.
David: Ah, es que te veo media molesta. ¿Todo esta bien?
Vanessa: Sí, todo esta bien.
Aquí me sonrió y volvió a su trabajo. Yo me despedí y fui a lo mío, mi entrenamiento. Una prueba más que muchas veces confundimos lo que vemos en la mirada de otros. No necesariamente interpretamos lo que quieren decir. Que bonito sería el mundo si las miradas hablaran, ¿no?
Por lo menos a mí me facilitarían la vida.
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